Falsificaciones en Anatolia
James Stuart Mellaart y la prehistoria de Anatolia
El genial británico James Mellaart llegó a Turquía muy joven, se casó con una turca y empezó a trabajar en asuntos arqueológicos. Alrededor del año 1955 existía allí un intenso comercio de bonitas figuras de cerámica, supuestamente neolíticas. Mellaart siguió la pista y encontró su origen: la localidad de Hacilar cerca del lago Burdur. Compró gran número de estas figuras y en 1957 empezó a excavar la población prehistórica, un trabajo que le ocupó hasta 1960. Encontró una aldea neolítica bajo el asentamiento de la Edad de Cobre; muy pocos expertos conocieron este yacimiento de primera mano, pero existen buenos dibujos, fotografías y descripciones. Una vez terminados los trabajos arqueológicos, todo se volvió a cubrir con tierra, de forma que hoy es imposible ver nada, como tuve que comprobar, algo desilusionado, en 1966.
Eso sí, se siguen vendiendo figuritas; yo pude adquirir una cabeza de cerdo bonita, con una especie de trompa que da una impresión arcaica y bastante ‘auténtica’. Se supone que fue moldeado hace 6.000 años.
Muchas de estas figuras se hallan en los grandes museos del mundo y se reproducen en todos los trabajos arqueológicos sobre Anatolia; forman la base de nuestros conocimientos sobre el neolítico de Anatolia.
En 1965, sin embargo, Peter Ucko constató en Londres que muchas de estas figuras – si no todas – deben ser falsificaciones modernas. Llegó a esta conclusión a través de reflexiones estilísticas. Seis años más tarde, en agosto de 1971, unos expertos británicos publicaron el resultado de sus análisis a través del examen de la termoluminiscencia: de 66 piezas de museo de la cultura de Hacilar, 48 eran sin lugar a dudas falsificaciones modernas. La siguiente pregunta: ¿habría Mellaart excavado alguna en persona?
En todo caso, Mellaart debería haber sido descartado como profesional de la arqueología y la cultura de Hacilar se debería haber eliminado de los libros, al menos de forma provisional. Pero Mellaart había excavado más tarde un yacimiento similar, el de Catal Hüyük, con piezas y frescos aún mucho más impresionantes. Esto salvó su fama y la de las culturas neolíticas de Anatolia. Un detalle: tampoco se puede visitar el yacimiento de Catal Hüyük, también subterráneo; sólo se pueden admirar las piezas en los museos, sobre todo en el de Ankara.
Eso sí, no todos los arqueólogos se fían ya de Mellaart. El caso Dorak ha lanzado serias dudas sobre su sinceridad. Mellaart ofreció distintas versiones de este asunto; aquí resumiremos la versión de Hamblin (1973) que se basa en Pearson y Connor, 1968):
En 1958, un año después de iniciarse la excavación de Hacilar, Mellaart estaba en Izmir y dibujó un “tesoro real de la cultura de Jortan”, supuestamente de la aldea Dorak, cerca de Troya. Hizo una descripción profesional y publicó este hallazgo sorprendente en varias páginas de la prestigiosa revista Illustrated London News (28. Nov. 1959). Allí encontramos un trono con jeroglíficos del faraón Sahure (“2400 a.C.”), con mucho el más antiguo testimonio de escritura en Anatolia. Además forman parte del tesoro joyas de oro, copas de obsidiana, un puñal de plata, figuritas, restos de tejidos… el inventario de una tumba real. Los dibujos son excelentes – Mellaart era un maestro en este campo – pero no hay fotografías, ni se han vuelto a ver los objetos, no existe un propietario ni se conoce el lugar donde fue hallado. Excepto por la palabra de Mellaart – que pretende que le creamos – no hay ningún testimonio, ningún testigo de la mera existencia del tesoro.
Si un arqueólogo no es capaz de encontrar un tesoro, lo fabrica (como hizo Heinrich Schliemann en Troya) o, unn recurso aún más inteligente, simplemente lo dibuja.
La casa de Abraham
El arqueólogo inglés Sir Charles L. Woolley cometió otro tipo de engaño: En 1923 quiso excavar una colina en Mesopotamia; para esta tarea necesitaba fondos del presupuesto público de Gran Bretaña. Explicó que el yacimiento correspondía a la famosa ciudad de Ur en Caldea, la patria chica del bíblico Abraham. Eso bastó para que el Estado le entregara los fondos y le permitió dedicarse durante años a su pasión, la búsqueda de tesoros arqueológicos. El nómada Abraham se convirtió así en el hijo de una rica urbe comercial, como se expresa, entusiasmado, Woolley. Hoy, esta colina figura en todos los libros escolares como el Ur de Abraham, aunque se ubica unos 1.500 kilómetros al sureste del verdadero Ur, hoy Urfa, en Turquía, antiguamente conocido como Edessa. La población local en esta ciudad – que no acude a colegios europeos – aún sabe que fue aquí donde vivió Abraham.
Lo sabe también, desde luego, el mundo científico. Los expertos tienen claro que la teoría de Woolley no era correcta, pero los libros siguen manteniendo este dato equívoco. Al fin y al cabo, el timo – o truco – de Woolley era útil: efectivamente había excavado una muy antigua ciudad en Mesopotamia, un trabajo de gran interés, pero que no habría sido financiado si no hubiera alegado que se trataba del Ur de Abraham. ¿Qué más da la pequeña diferencia? Un detalle, sí: a sabiendas de que era incierto, tuvo que situar el yacimiento en la época de Abraham, a quien los registros genealógicos de la Biblia adjudican una fecha mil años anterior a la que corresponde realmente a la ciudad excavada. Pero ¿qué son mil años frente a cien mil libras esterlinas?
[traducción : Ilya U. Topper]
Literatura:
Hamblin, Dora Jane (1973): Türkei, Land der lebenden Legenden (EE UU, en alemán 1977 und 1988, Lübbe, Berg. Gladbach)
Pearson, Kenneth, y Connor, Patricia (1968): The Dorak Affair (Nueva York)
Pubicado en aleman en la revista EFODON-Synesis No. 53 (Sept./Oct. 2002), pp. 4–9
Del fraude de Mellaart se habla de nuevo: mira a nuestras actualidades 2018