Actualidades,  Arqueología,  Prehistoria,  Reseñas

La herencia de los gigantes

Mi primer libro se titulaba ‘Das Erbe der Giganten’ (‘La herencia de los gigantes’) y se publicó en Alemania y Suiza en 1977.  En él,  resumía mis observaciones de vestigios prehistóricos de la Peninsula Iberica, tras años de viajes por España y Portugal. Intentaba reconstruir aspectos de la antigua civilización ibérica, anterior a la época romana, basándome en análisis del terreno, excavaciones, pinturas rupestres y crónicas o narraciones antiguas. Entre estas destaca la Atlántida de Platón, que relacioné con una remota cultura cuyo centro pude localizar en Cádiz.

Fue en 1988, unos diez años despues de la publicación del libro en Suiza y Alemania, que con ocasión de una exposición de mis cuadros en Cádiz, un hombre nativo de la ciudad, pero de rancio abolengo alemán subrayado por el apellido Scharffhausen vio el libro y tras leer algunos párrafos se entusiasmó y me preguntó si no había una versión en castellana del libro. “Yo he siempre pensado —decia Scharffhausen— que Cádiz fue la Basilea de la Atlántida de Platón. Qué maravilla que coincidimos! Veo que el libro entero trata de la Iberia antigua. Hay que traducirlo imediatamente.” Se puso manos a la obra y no tardó en presentarme el esbozo del primer capítulo. Me gustó, y convenimos en que traduciría la obra entera. Algo después, mientras estuve de viaje, recibí la noticia de que el Scharffhausen había muerto repentinamente. Y esto puso fin a mi esperanza de ver “Das Erbe der Giganten” publicado en España.

Hoy han pasado cincuenta años desde que escribiera este libro, y desde luego he continuado investigando durante este medio siglo, además de escribir varios otros libros dedicados a temas prehistóricos. Por supuesto, un libro tan antiguo contiene hoy afirmaciones desactualizadas o incluso refutadas. ¿Todavía se puede defender como una lectura útil?

La tesis central del libro era la siguiente: La plataforma continental de Europa occidental había sido inundada por el océano a causa de una repentida catástrofe en tiempos prehistóricos, por lo que una imnportante parte de los restos de las civilizaciones anteriores desaparecieron bajo las aguas. Solo algunos vestigios reaparecieron en tres etapas de subida de las placas continentales a lo largo de varios milenios.

La cronología

¿Cuándo ocurrió la catástrofe y cuándo se produjeron las tres fases de emergencia posterior? La cuestión de la datación es la más difícil. La respondo hoy de manera diferente que hace medio siglo. Entonces di por buena la datación de la Atlántida por Platón, al igual que hicieron, por cierto, varios otros investigadores de los textos platónicos, aceptando la fecha citada por el autor griego: la Atlántida se hundió 9000 años antes de Solón. Eso seria unos 11.600 años antes de hoy. No fue hasta hace veinte años que descubrí dónde estaba el fallo de Platón en las fechas. Había utilizado valores de precesión para calcular la antigüedad (o los había adoptado de otros sin cuestionarlos) sin tener en cuenta que los cuerpos celestes (sol y planetas) no siempre orbitaban regularmente (¡lo que Solon enfatiza en el mismo texto!). A causa de los saltos cósmicos, la escala de la precesión se acortó drásticamente. El retrocálculo mediante valores estándar de precesión causó errores graves (para más detalles, consúltese mi libro “Jahrkreuz” p. 166-69, o este artículo en inglés: Astronomical dating of protohistoprical remains is contradictory; también hay información interesante en artículos de Bernhard Beier en la web alemana Atlantisforschung.de).

La causa

La segunda pregunta a la que se tuvieron que enfrentar todos los investigadores de la Atlántida también produjo varias respuestas: ¿Qué causó la catástrofe por la cual la cultura atlántica fue destruida?

Muy a menudo se menciona un planetoide (asteroide), un meteorito o un cometa, que supuestamente chocó contra la Tierra y causó una devastación indescriptible. Sin embargo, el texto de Platón no afirma esto sino que explica un fenómeno diferente, aunque el diálogo de Critias se interrumpe en este punto. En el libro, inicialmente, expuse correctamente la causa de acuerdo con las afirmaciones de Critias: son las desviaciones de la tierra en su órbita alrededor del sol. “Puedes tratarlo como un cuento de hadas —le dice el sacerdote egipcio a Solón en el texto de Platón— pero la verdad al respecto es real: las estrellas que giran alrededor de la tierra en el cielo destruyen lo que está en la tierra con un fuego poderoso, de modo que la destrucción se produce a través de las desviaciones de la órbita.

Pero luego, siguiendo la visión compartida por muchos autores, afirmé que lo que causó la catástrofe fue un cuerpo celeste (Faetón) que golpeó la Tierra y provocó un cambio en la posición del eje de nuestro planeta. En 1999, el catedrático de Física W. Zarnack me curó de esta tesis errónea, que es completamente insostenible desde la astrofísica. (Más sobre Zarnack en alemán en este obituario, véase especialmente la sección ‘Polsprung’).

Hoy asumo (elaborado en mi libro Kalendersprung 2006, p. 32) que una sacudida en el sistema planetario, que se originó a partir de una irregularidad del propio Sol, interfirió brevemente en la rotación de la Tierra y no solo desencadenó devastadores maremotos y movimientos de la superficie terrestre, sino que también modificó los valores de la precesión, lo que induciría luego a errores en el retrocálculo, que en última instancia da como resultado un elevado número irreal de años en los textos de Platón, quien estimó una antigüedad de 9000 años para la civilización desaparecida.

El lugar

cadiz luftbild
Vistas aérea de Cádiz (postal)

La tercera pregunta más discutida es: ¿Dónde estaba la capital de Atlántida, Basileia?

En este punto mantengo las tesis explicadas en el libro ‘Das Erbe der Giganten’, basadas en mis descubrimientos en la Península Ibérica, con centro en la ro

cosa isla de Cádiz como capital primigenia, no lejos de las Columnas de Hércules en la costa del Océano Atlántico. Eso sí, he aprendido que los informes de Platón son textos idealizados y compuestos a partir de varias partes originalmente no relacionadas, por lo que superponer la narración de Platón directamente a los hallazgos arqueológicos solo es posible hasta cierto punto. Esto es lo que me enseñó especialmente Gisela Albrecht (ver la revista VFG 1994 y “Jahrkreuz”, 2016, p. 166 y siguientes).

Si se omiten intentos bastante absurdos de una localización de la capital Basileia en una isla mediterránea (Thera, por ejemplo), solo había un competidor serio para Cádiz: Heligoland en el Mar del Norte. Desafortunadamente, durante mi investigación todavía no conocía a Jürgen Spanuth, solo había ojeado brevemente su libro de 1953 y la revisión de las tesis de Spanuth por Gerhard Gadow (1973). Me faltaba su extenso libro “Atlantis” de 1965 (lo recibí como regalo de Zarnack en 2000), en el que evalúa de manera experta las narraciones sobre antiguas catástrofes.

Incluso si muchas de las reflexiones y conclusiones de Spanuth me parecen plausibles —por ejemplo, que los guerreros representados en los muros del templo de Medinet Habu en Egipto provienen del norte, probablemente de la costa del Mar del Norte, y debido a su armamento (jinetes, carros, espadas, etc.) pertenecen a la conocida Edad del Bronce Nórdica—, aquí veo una contradicción en la datación: Heligoland no podría haber sido Basilea, la capital atlántica con los tres puertos, porque en ese momento (Spanuth trabaja estrictamente con fechas alrededor de 1200 a.C.), la costa del Mar del Norte se hallaba mucho más al norte. Si, como Spanuth, relacionamos la descripción platónica del mar con el área alrededor de Heligoland, estamos hablando de una fase mucho más reciente.

La ubicación de Basilea en el entorno actual de Cádiz

Spanuth data los ataques de los pueblos del Mar del Norte en el Mediterráneo oriental por los fragmentos de cerámica que se encontraron en el complejo de fuentes de la Acrópolis de Atenas. No es consciente del problema que comprende esta determinación de épocas relativas. Tampoco cuestiona los datos de gobierno de los faraones (“Ramsés III”), aunque estos siempre han sido cuestionados. Desde varios enfoques llega siempre al año 1200 a. C. y se ve confirmado, ya que los datos concuerdan entre sí. Un ejemplo: para él había 400 años entre el cometa Typhon y el autor Hesíodo (1965, p. 162). Ambas fechas son injustificadas y, además, el cometa Typhon no se puede equiparar con Phaeton (el evento solar de Ovidio) (p. 159). Spanuth es descuidado con la cronología.

Sugerir el río Eider de Schleswig-Holstein como Eridanos, como lo hace Spanuth,  es popular porque se encontró mucho ámbar en el Eider. Pero la interpretación del “oreichalkos” de Platón (“mineral brillante”) con ámbar, que llevó a esta localización, es insostenible porque se dice que este material fue un “tipo hoy conocido solo por el nombre”, lo que no pudo ser el caso en la antigua Grecia, donde el ámbar era una joya popular. Y no tendría sentido querer cubrir un muro de 3 km de largo y 30 m de ancho con este material. Para mí, oreichalkos es probablemente acero, y el Eridanos desemboca en el Océano Atlántico como el río Guadi-Anas (“Erbe” p. 51 y 96).

La misión mundial

Sabiamente, mi editor, Josef Rast, insistió en no incluir la estimulante palabra “Atlántida” en el título del libro (solo en la contraportada), porque la obra comenta muchos más descubrimientos que solo la explicación sensacional de dónde estaba la isla de Platón. En parte, el libro es un diario de viajes que recorre la antigua civilización ibérica como nadie la había mirado antes. Visito el centro de la cultura megalítica en Andalucía, como atestiguan las gigantescas murallas del antiguo puerto de Peñaflor (Sevilla) o la descripción de la Cueva de Menga de Antequera (p. 367), el mayor dolmen del mundo; en comparación, nuestras tumbas megalíticas del norte de Alemania parecen imitaciones reducidas o etapas preliminares primitivas. En cualquier caso, no faltará la impresión de que los mayores edificios de piedra arquetípicos se encuentran en Andalucía. De ahí deduzco que la expansión de esta arquitectura de piedra, “la misión mundial” (cap. 12, p. 227), debe haber comenzado aquí. En mis largos viajes encontré los barcos dragón como imágenes y símbolos en muchas paredes rocosas y lápidas.

Cadenas de torres de mensajes en España

Las huellas de carriles en la roca (capítulo 11, parecidas a las “cart ruts” malteses pero mucho más impresionantes) fueron otro hallazgo sorprendente, especialmente en las entradas a ciudades antiguas (Termancia, Meca, Castelillo de Alloza y Cádiz), que casi nadie había visto y descrito todavía en detalle. Los sitios tienen en común que albergan huellas de la extracción y fundición de minerales prehistóricos, presumiblemente de acero. Las entradas a las ciudades antiguas en forma de corte en la roca deben verse como maravillosos esfuerzos prerromanos de los que no teníamos conocimiento para esta civilización temprana, pero las huellas en el suelo de la llanura siguen siendo un rompecabezas.

Hoy, esta rama de mis descubrimientos es un campo cada vez más popular, como se puede ver en internet.

Otro descubrimiento fueron las cadenas de torres de transmisión de mensajes, que seguí por todo el país para anotarlas en mis mapas. Los vi como una prueba impresionante de dos fases de una civilización altamente desarrollada en la antigua Iberia.

Placas tectónicas

Por último, están las lineas de costas, que se pueden ver a lo largo de la montaña tierra adentro, pero que nadie se había molestado en mencionar hasta que yo los trazara. Fueron una prueba para mí de las tres subidas de placas continentales que luego encontré también en otras áreas (Marruecos), lo que atestigua la magnitud del impacto geológico de las catástrofes cósmicas. Fue difícil determinar las características de la brusca subida o bajada de las placas, su inclinación o su extensión, que pueden hacerse visibles en el terreno.

hebungen
Dos fases de subida de placas en la Península

Los arqueólogos que habían seguido estas referencias lo vieron todo demasiado fácil: el nivel del mar había caído o subido equis centímetros  en tantos miles de años, lo que solo llevaba a cambios mínimos en enormes periodos de tiemnpo. Los complejos movimientos de los fragmentos tectónicos individuales se les escaparon y llevaron a conclusiones incorrectas sobre la formación y ubicación de las costas en la prehistoria.

En Andalucía descubrimos numerosas pinturas rupestres, en su mayoría símbolos esquemáticos, que representan uno de los primeros estadios de la escritura estandarizada. Fueron publicados por primera vez en alemán en IPEK (Prof. Kühn) y en el anuario de DAInst Madrid, luego también en español (1988) por la Diputación provincial de Cádiz. La teoría que desarrollé en este contexto de la evolución de las letras en la época de los primeros artesanos de la metalurgia (págs. 283-87) necesitó algún tiempo antes de que pudiera condensarse en un libro separado sobre la temprana edad del metal. Mi libro ‘horra, die ersten Europäer (‘horra, los primeros europeos), se publicó en 2003 en Alemania.

Como una indicación más de que mi localización de la Atlántida debe ser coherente con lo narrado con Platón, analizo algunos nombres propios mencionados en su obra, como Atlas, Gadeira, Poseidon y Olisippo, concluyendo que solo se pueden relacionar con Iberia, mientras que no tienen sentido en otros lugares, ni en Heligoland ni en Thera.

El “Erbe” contiene mucho más (tiene 428 páginas), algunos temas ni siquiera se han abordado aquí. Y, por supuesto, podrían omitirse algunas páginas, p. ej. todo el último capítulo (22: Crónica) que describo la obra historiográfica de Nanni, que sólo reconocí muchos años más tarde como la falsificación que es (ver “Die Große Aktion” 1998, capítulo 5). O la cronologia (p. 416-17), que no solo parece monstruoso hoy, sino que también en algunas partes no es idea mía sino simplemente tomada de otros.

Como me han asegurado con bastante frecuencia, el libro sirve bien como ayuda en un viaje de investigación. Con su lectura se pueden seguir los descubrimientos por partes y “experimentar” una cultura desconocida en los primeros días de Iberia, que aún guarda muchos secretos.

Algunas llustraciones del libro se encuentran aquí.

Uwe Topper, Berlín, mayo de 2021

_________________

Literatura

La lista de referencias en el libro incluye alrededor de 160 títulos. Algunas obras mencionadas en este ensayo:

Albrecht, Gisela (1994): Atlantis – streng nach Platon (VFG 4-94, Gräfelfing)
Beier, Bernhard: www.Atlantisforschung.de
Friedrich, Horst (1989): Velikovsky, Spanuth und die “Seevölker”
Muck, Otto H. (1956): Atlantis, die Welt vor der Sintflut (Olten)
Spanuth, Jürgen (1965): Atlantis (Grabert Ed, Tübingen)
Topper, Uwe (2003): horra. Die ersten Europäer (Grabert Ed, Tübingen)
(2004): Eine Chronologie für Atlantis
Topper, Uwe y Uta (1988): Arte rupestre de la provincia de Cádiz (Diputación de la prov. de Cádiz)

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *