¿ Sabía Ghiberti del hueco cronológico ?
Evaluación de un importante artículo de Ursula y Franz Siepe en 1998 en la revista Zeitensprünge (2-98, pp. 305-319; editorial Mantis, Gräfelfing) cuyo título se traduciría así: ¿Sabía Ghiberti acerca del período fantasma? Observaciones sobre la historiografía del renacimiento en Italia.
Los autores, el matrimonio Siepe, quedaron asombrados por una frase inesperada en la famosa „Historia del Mundo“ de la editorial Propyläen (1964) que afirma que el político e historiador Leonardo Bruni Aretino (ca. 1370-1444) albergaba la opinión de que entre la caída de la antigua Roma y el resurgimiento del arte humanista en Italia sólo habían transcurrido ocho siglos (700 años) en lugar de los aproximadamente mil años como se cree en la actualidad.
No podían creer lo que veían y citan la frase por segunda vez con el fin de asegurarse de que esto es realmente lo que significaba la entrada en la enciclopedia: Entre el fin de Roma y los siglos XIV/XV sólo habían pasado unos 700 años. A pesar de que la caída de Roma no puede ser fijada en una fecha precisa, hoy en día se la pone unánimemente en el siglo V (cómputo cristiano), mientras que el tiempo de Bruni está considerado como alrededor de 1400 AD (anno domini) según el mismo cómputo.
Un buen número de famosos escritores y políticos del Renacimiento italiano como Petrarca, Ghiberti, Bruni y finalmente Vasari (siglo XVI) estaban convencidos de que el intervalo entre el esplendor clásico y el renacimiento en su propio tiempo fue de setecientos años. Historiadores modernos famosos los citan en este sentido, como Erwin Panofsky (1978), que añade otro humanista conocido que tenía la misma creencia: Leone Battista Alberti. Por otra parte, Petrarca cuenta una brecha de un milenio completo entre el último emperador romano Julio César y el nuevo comienzo con Carolus IV de Praga después de la época bárbara, que a su vez le faltan aproximadamente tres siglos si se compara con nuestra escala de cronología moderna.
Los autores Siepe también reflexionan sobre el papel que juega Carlomagno en este intervalo oscuro con la fecha de 800 AD, casi única prominente, que hace el puente sobre un amplio espacio entre las dos orillas que se saben con seguridad: el fin de la Roma clásica y el renacimiento del arte y la filosofía en Florencia. El gran Carlos podría más bien ser considerado como perteneciente a la esfera del mito.
Luego Ghiberti está citado de nuevo con su „Segundo comentario de la historia del arte“ que generalmente se estima por parte de todos los expertos por su veracidad y fiabilidad. En la época del emperador Constantino y del Papa Silvestre en el siglo IV el esplendor de Roma fue extinguido, así como todo el conocimiento y la artesanía, por el auge de la cristiandad, y sólo pasados 600 años se despertó de nuevo. Incluso se da una cantidad exacta de años: 382 Olimpiadas (es decir 1528 años) después de la fundación de Roma (AUC: 753 aC), que nos lleva a 775 después de Cristo y que nos llevaría muy lejos de la fecha moderna para Ghiberti. Un historiador moderno (Julius v. Schlosser 1912 y 1941) intenta emendar este error proponiendo que una Olimpiada se contara con cinco años en vez de cuatro, lo que sólo demuestra que se dio cuenta del enigma, pero no lo habia resuelto. Por cierto, de todos modos ni con esta suposición la fecha sería suficiente.
Por otro lado, cuando se añade al tiempo de Constantino del 323 dC los 600 años como escribe Ghiberti, entonces se llega a 923 dC como fin de la edad oscura que a su vez está lejos de la cronologia moderna, porque Ghiberti establece claramente que sólo con Giotto (es decir alrededor de 1300 para la datación moderna) habia llegado el final de la época oscura. Para nosotros, un milenio serviría aproximadamente el propósito.
Dado que esas conjeturas de los humanistas concerniente al hueco entre ellos y la caída de Roma muestran que cubren intervalos distintos únicamente coincidiendo más o menos en el hecho de que terminan corta por vagamente tres siglos, no dan la impresión de haber sido copiados ni adoptados del uno al otro. Un malentendido por nuestra parte también se puede descartar, ya que los historiadores modernos han señalado el problema y han tratado de circundarlo por medios no científicos. Los autores del artículo vívidamente se oponen a los esfuerzos impotentes de los historiadores modernos que tratan de echar tierra sobre el problema de algebra errónea con sugerencias absurdas. La tesis de un lapso fantasma, propuesta par Heribert Illig, editor de “Zeitensprünge”, permite cortar tres siglos de la Edad Media lo que podría cerrar la brecha, es la sugerencia de los autores Siepe.
Hasta aquí ninguna objeción por mi parte. Pero luego falta una declaración clara en el “resultado final” de su artículo. No mencionan el conocimiento cronológico incierto de los historiadores del Renacimiento temprano que casi nunca dan una visión concreta del intervalo que representan los siete siglos mencionados, excepto una vez mediante el uso de las Olimpiadas que conduce a una cantidad incomprensible de años. Los supuestos humanistas transmiten la idea de que están en falta de un calendario histórico y sólo pueden adivinar el tiempo pasado en paquetes torpes. Esto confirma mi idea de que nuestra manera moderna de contar los años comenzó alrededor de 1500 AD y se estabilizó por Nostradamus y Scaliger, entre otros.
Franz Siepe escribió otro artículo que apareció justamente en el número precedente de la misma revista, y que era (que yo sepa) el primer artículo de Siepe en “Zeitensprünge” de Heribert Illig y Gunnar Heinsohn: “Heidentum und Christentum. Chronologische Friktionen in mittelalterlicher Sakralkunst ” (en ZS 1-98, pp. 66-82: Paganismo y Cristianismo. Fracturas cronológicas en el arte sacral medieval).
En este artículo Siepe demuestra que la interpretación oficial de piezas de arte carolingios y prerrománicos con aspecto pagano es forzada por conceptos administrativos y termina en giros injustificados al suponer lo contrario de lo que los artistas podrían haber intentado. Nos damos cuenta de la brecha sin puente que es la oscura Edad Media. No hace ninguna diferencia si consideramos las cifras de la clásica mitología pagana antigua o del paganismo precristiano alemán, la Iglesia Católica las adoptó todos sin dudarlo. Siepe aún no cuenta con la idea de que la iglesia cristiana será tan joven y nada más que en vias de nacer durante el Renacimiento, como Edwin Johnson 1890 o Wilhelm Kammeier 1935 han propuesto (y el autor de estas lineas). Pero ve claramente que la cronología aceptada no es útil en la explicación de esas discrepancias.
Los dos artículos de Siepe me han ayudado mucho en mi propuesta de que el uso fáctico de nuestro cómputo de los años después de Cristo sólo se ha elaborado después de 1500 AD, porque los historiadores humanistas tempranos todavía no tenían ninguna destreza sobre tal empresa. Sin embargo, a nadie parece haber importado la segunda cuestión que se insinuaba sólo en el título del artículo segundo: “¿Acaso Ghiberti sabia del tiempo fantasma?” Los autores no dieron ninguna respuesta ni tampoco suprimian la pregunta, simplemente lo dejaron abierto. La respuesta es completamente claro: ¡No! No lo sabian! Si Ghiberti y Bruni y los otros contaron con 700 años en lugar de 1000, eso significa que todavía no tenían ni idea de los insertados 297 años que Illig habia propuesto desde 1991. Definitivamente, no tenían conocimiento del horario histórico que utilizamos hoy en día. Así que la inserción de tres siglos fantasmas sólo podría haber sido inventado y puesto en práctica después de Vasari y sus precursores, muy probablemente por Nostradamus y Escalígero y sus colegas. El papa Silvestre II y el emperador Otón III no podrían haber adoptado esta nueva cronología en el año 1000 dC como había sugerido Illig.
Por supuesto, uno podría buscar en vano a este resultado obvio en “Zeitensprünge” aunque la idea debería haber caído en la cuenta de un lector imediatamente.
El artículo de la pareja Ursula y Franz Siepe le mencioné en mi libro Kalendersprung (2006, S. 370) que apunta a una idea importante en la realización de la cronología moderna. Es apto para demostrar que a principios la idea de los humanistas concerniente de la longitud de la Edad Media había sido vaga y que sus conjeturas – aunque podrían haber ganado conocimiento tal vez a partir de fuentes iraníes o árabes – no transmitian la misma idea que los escritores posteriores propusieron. Todavía calculaban sin ningún tiempo fantasma del tipo que Illig había encontrado. Es imposible que durante quinientos años, un tal tiempo fantasma podia haber sido propagado por la iglesia sin que los políticos y los filósofos cristianos siguieron esas líneas o utilizaron las fechas. Hoy, dieciséis años después de los artículos de Siepe, nuestra comprensión de la realización de la cronología moderna ha progesido de nuevo por un gran paso, que no es objeto de esta revisión.
Uwe Topper, Berlin, enero 2014
postscriptum: Franz Siepe, conocido periodista y escritor exquisito, murió el primero de julio 2013.
Literatura:
Siepe, Ursula und Franz (1998): „Wußte Ghiberti von der ‚Phantomzeit‘? Beobachtungen zur Geschichtsschreibung der frühen Renaissance“ in Zeitensprünge 2-98, S. 305-319